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[Segunda Carta a Adolfo Casais Monteiro]

Caja Postal 147
Lisboa, 20 de enero de 1935

Mi querido camarada:

Muy agradecido por su carta. Felizmente conseguí decir alguna cosa que realmente interesase. Llegué a dudar de ello, por la manera precipitada y corriente en que le escribí, al sabor de la conversación mental que estaba teniendo con usted.

Respondo con igual espontaneidad, y por tanto falta de método y ordenamiento, a su carta recién recibida. Pero, en fin, algo respondo. Sigo al acaso los puntos a que tengo que responder. En cuanto a su estudio sobre mí, que desde ya, por lo que tiene de honroso, mucho le agradezco: déjelo para después de que publique el libro grande en que congregue la vasta extensión autónima de Fernando Pessoa. Salvo cualquier complicación imprevista, deberé tener ese libro terminado e impreso en octubre de este año. Y entonces usted tendrá los datos suficientes: ese libro, la faceta subsidiaria representada por Mensagem, y lo bastante, ya publicado, de los heterónimos. Con esto ya, Casais Monteiro, podrá tener una “impresión de conjunto”, suponiendo que haya en mí alguna cosa tan delineada como un conjunto.

En todo esto, me reporto simplemente a la poesía, no estoy sin embargo limitado a esa sonrisa de las letras. Pero, en cuanto a la prosa, ya me conoce, y lo que hay publicado es bastante. Hasta la fecha, que indico como probable para la aparición del libro mayor, deben estar publicados El Banquero Anarquista (en nueva forma y redacción), una novela policial (que estoy escribiendo y no es aquella a que me referí en la carta anterior) y uno u otro escrito más que las circunstancias puedan requerir.

Está extraordinariamente bien efectuada su observación sobre la ausencia que hay en mí de lo que legítimamente pueda denominarse una evolución. Hay poemas míos, escritos a los veinte años, que son iguales en valía –tanto cuanto puedo apreciar – a los que escribo hoy. No escribo mejor que entonces, salvo en cuanto al conocimiento de la lengua portuguesa; caso cultural y no poético. Escribo diferentemente. Tal vez la solución del caso esté en lo siguiente. Lo que esencialmente soy –por detrás de las máscaras involuntarias del poeta, del pensador y de cuanto más haya– es dramaturgo. El fenómeno de mi despersonalización instintiva, al que aludí en mi carta anterior, como explicación de la existencia de los heterónimos, conduce naturalmente a esa definición. Siendo así, no evoluciono, VIAJO. (Por un lapso en la tecla de las mayúsculas me salió, sin que yo quisiese, esa palabra en letra grande. Está bien, y así lo dejo) Voy cambiando de personalidad, voy (aquí es que puede haber evolución) enriqueciéndome en la capacidad de crear personalidades nuevas, nuevos tipos de fingir que comprendo el mundo, o, mejor, de fingir que se puede comprenderlo. Por eso veo esa marcha en mí como comparable, no a una evolución, sino a un viaje: no subí de un piso a otro; seguí, en planicie, de un lugar a otro. Perdí, es cierto, algunas simplezas e ingenuidades que había en mis poemas de adolescencia; eso, sin embargo, no es evolución, sino envejecimiento.

Creo haber dado, en estas palabras apresuradas, algún vislumbre de una idea clara de que estoy de acuerdo con, y acepto, su criterio de que en mí no ha habido propiamente evolución.

Me refiero, ahora, al caso de la publicación de mis libros en un futuro próximo. No hay razón para preocuparse con dificultades en este sentido. Si realmente deseara publicar a Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos, puedo hacerlo inmediatamente. Sucede, sin embargo, que recelo de la ninguna venta de libros de ese género y tipo. La vacilación está sólo ahí. En cuanto al libro grande de versos, ese, como cualquier otro, tiene desde ya la publicación garantizada. Si pienso más en este que en otro, es porque encuentro más ventaja mental en su publicación, y, a pesar de todo, menos riesgo de in-éxito en su edición.

En cuanto a la publicación de El Banquero Anarquista en inglés, tampoco ahí habrá, creo yo, pero por otras razones, dificultad notable. Si en la obra hubiera capacidad de interés para el mercado inglés, el agente literario a quien la envíe, la colocará más tarde o más temprano. No será preciso recurrir al apoyo de Richard Aldington, cuya indicación, de todas maneras, mucho le agradezco. Los agentes literarios (respondiendo ahora a su pregunta sobre lo que son) son individuos, o firmas, que colocan los libros o escritos de los autores cerca de editores o directores de periódicos, que ellos, mejor que los autores, evalúan cuales deben ser, mediante una comisión, en general del diez por ciento. En este punto, sé lo que he de hacer y a quien me he de dirigir; cosa rara, por otra parte, en mí, en cualquier circunstancia práctica de la vida.

Lo abraza el camarada amigo y admirador,

Fernando Pessoa


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