[texto manuscrito, tal vez 1907]
Tengo pensamientos que, si pudiese revelarlos y hacerlos vivir, agregarían nueva luminosidad a las estrellas, nueva belleza al mundo y mayor amor al corazón de los hombres.
Fernando Pessoa
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[texto manuscrito, tal vez 1907]
Tengo pensamientos que, si pudiese revelarlos y hacerlos vivir, agregarían nueva luminosidad a las estrellas, nueva belleza al mundo y mayor amor al corazón de los hombres.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1914]
Cada vez estoy más solo, más abandonado. Poco a poco se me quiebran todos los lazos. En breve quedaré solo.
Mi peor mal es que no consigo nunca olvidar mi presencia metafísica en la vida. De ahí la timidez trascendental que me atemoriza todos los gestos, que saca a todas mis frases la sangre de la simplicidad, de la emoción directa.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1914]
Pertenezco a una generación que todavía está por venir, cuya alma no conoce ya, realmente, la sinceridad y los sentimientos sociales. Por eso no comprendo cómo es que una criatura queda descalificada, ni cómo es que ella lo siente. Es hueca de sentido, para mí, toda esa (...) de las conveniencias sociales. No siento lo que es honra, vergüenza, dignidad. Son para mí, como para los de mi alto nivel nervioso, palabras de una lengua extranjera, apenas como un sonido anónimo.
Al decir que me descalificaron, sólo percibo se habla de mí, pero el sentido de la frase se me escapa. Asisto a lo que me acontece, de lejos, desprendidamente, sonriendo ligeramente de las cosas que acontecen en la vida. Hoy, todavía nadie siente esto; pero un día vendrá quien lo pueda percibir.
Procuré siempre ser espectador de la vida, sin mezclarme en ella. Así, a esto que sucede conmigo, asisto como un extraño; salvo que extraigo de los pobres acontecimientos que me rodean la suave voluptuosidad de (...)
No guardo ningún rencor a quien provocó esto. Yo no tengo rencores ni odios. Esos sentimientos pertenecen a los que tienen una opinión, o una profesión o un objetivo en la vida. Yo no tengo nada de eso. Tengo en la vida el interés de un descifrador de acertijos.
Ciertamente no tengo principios. Hoy defiendo una cosa, mañana otra. Pero no creo en la que defiendo hoy, ni tendré fe en la que defenderé mañana. Jugar con las ideas y con los sentimientos siempre me pareció destino supremamente bello. Intento realizarlo cuanto puedo.
Nunca me había sentido descalificado. ¡Cómo agradecerle haberme otorgado ese placer! Es una voluptuosidad suave, como lejana...
No nos entienden, bien sé...
... Así como creador de anarquías me pareció siempre papel digno de un intelectual (dado que la inteligencia desintegra y el análisis debilita).
Fernando Pessoa
[texto mecanografiado, tal vez 1910]
Es necesario ahora que diga qué especie de hombre soy. Mi nombre, no importa, ni cualquier otro pormenor exterior a mí mismo. Debo hablar de mi carácter.
La constitución entera de mi espíritu es de hesitación y de duda. Nada es o puede ser positivo para mí; todas las cosas oscilan alrededor de mí, y, con ellas, una incertidumbre para conmigo mismo. Todo para mí es incoherencia y cambio. Todo es misterio y todo está lleno de significado. Todas las cosas son “desconocidas”, simbólicas de lo Desconocido. En consecuencia, el horror, el misterio, el miedo demasiado inteligente.
Por mis propias tendencias naturales, por el ambiente que me rodeó en la infancia, por la influencia de los estudios realizados bajo el impulso de ellas (de esas mismas tendencias), por todo esto mi carácter es de la especie interiorizada, concentrada, muda; no autosuficiente, sino perdida en sí misma. Toda mi vida ha sido de pasividad y de sueño. Todo mi carácter consiste en el odio, en el horror, en la incapacidad que invade todo cuanto en mí existe, física y mentalmente, para actos decisivos, para pensamientos definidos. Nunca tuve una decisión nacida de un autocomando, nunca una denuncia exterior de una voluntad consciente. Todos mis escritos quedaron inacabados; siempre nuevos pensamientos se interponían, asociaciones de ideas extraordinarias e inexcluibles, de término infinito. No puedo evitar el odio que tienen mis pensamientos de ir hasta el fin; respecto a una simple cosa, surgen diez mil pensamientos y millares de inter-asociaciones con esos diez mil pensamientos y carezco de voluntad para eliminarlos o detenerlos, ni tampoco para reunirlos en un pensamiento central, donde sus pormenores sin importancia pero asociados se pueden perder. Se introducen en mí; no son pensamientos míos, sino pensamientos que pasan a través de mí. No pondero, sueño; no me siento inspirado, deliro. Sé pintar, pero nunca pinté; sé componer música, pero nunca compuse. Extrañas concepciones en tres artes, amables caricias de imaginación acarician mi cerebro; pero los dejo allí dormitar hasta que mueran, pues no tengo poder de corporizarlos, de convertirlos en cosas del mundo exterior.
El carácter de mi mente es tal que odio los comienzos y los fines de las cosas, porque son puntos definidos. Me aflige la idea de que se descubra una solución para los más altos y más nobles problemas de la ciencia y la filosofía; me horroriza la idea de que una cosa cualquiera pueda ser determinada por Dios o por el mundo. Me enloquece la idea de que las cosas más importantes puedan realizarse, de que los hombres pudiesen ser todos felices un día, de que se encuentre una solución a los males de la sociedad, mas en sus concepciones. Con todo, no soy malo ni cruel; soy loco y eso de un modo difícil de concebir.
Pese a haber sido un lector voraz y ardiente, no me acuerdo de ningún libro que haya leído, a tal punto eran mis lecturas estados de mi propia mente, sueños míos, y más todavía provocaciones de sueños. Mi propio recuerdo de acontecimientos, de cosas exteriores, es vago más que incoherente. Estremezco al pensar cuánto conservo en la mente de lo que ha sido mi vida pasada. Yo, el hombre que afirma que hoy es un sueño, soy menos que una cosa de hoy.
Fernando Pessoa
[texto dactilografiado, tal vez 1913]
Conformarse es someterse y vencer es conformarse, ser vencido. Por eso toda victoria es una grosería. Los vencedores pierden siempre todas las cualidades de desaliento con el presente que los llevaron a la lucha que les dio la victoria. Quedan satisfechos, y satisfecho sólo puede estar aquel que se conforma, que no tiene la mentalidad del vencedor. Sólo vence quien nunca consigue. Sólo es fuerte quien desanima siempre. Lo mejor y lo más púrpura es abdicar. El imperio supremo es el del Emperador que abdica de toda la vida normal, de los otros hombres, en quien el cuidado de la supremacía no pesa como un fardo de joyas.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1935]
Tuve siempre, desde niño, la necesidad de incrementar el mundo con personalidades ficticias, sueños míos rigurosamente construidos, contemplados con claridad fotográfica, comprendidos por dentro de sus almas. No tenía yo más que cinco años, y, niño solitario y no deseando estar sino así, ya me acompañaban algunas figuras de mi sueño –un capitán Thibeaut, un Chevalier de Pas– y otros que ya se me olvidaron, y cuyo olvido, como el imperfecto recuerdo de aquellos, es una de las grandes saudades de mi vida.
Esto parece simplemente aquella imaginación infantil que se entretiene con la atribución de vida a muñecos o muñecas. Era, sin embargo, más: yo no necesitaba muñecos para concebir intensamente esas figuras. Claras y visibles en mi sueño constante, realidades exactamente humanas para mí, cualquier muñeco, por irreal, las destruiría. Eran gente.
Más allá de esto, esta tendencia no pasó con la infancia, se desarrolló en la adolescencia, se arraigó con su crecimiento, se volvió finalmente la forma natural de mi espíritu. Hoy ya no tengo personalidad: cuanto en mí haya de humano, yo lo dividí entre los autores diversos de cuya obra he sido el ejecutor. Hoy soy el punto de reunión de una pequeña humanidad sólo mía.
Se trata, con todo, simplemente del temperamento dramático elevado al máximo; escribiendo, en vez de dramas en actos y acción, dramas en almas. Tan simple es, en su sustancia, este fenómeno aparentemente tan confuso.
No niego, sin embargo –favorezco, incluso–, la explicación psiquiátrica, pero debe comprenderse que toda actividad superior del espíritu, porque es anormal, es igualmente susceptible de interpretación psiquiátrica. No me cuesta admitir que sea loco, pero exijo que se comprenda que no soy loco diferentemente a Shakespeare, cualquiera que sea el valor relativo de los productos del lado sano de nuestra locura.
Médium, así, de mí mismo todavía subsisto. Soy, sin embargo, menos real que los otros, menos cohesionado [?], menos personal, eminentemente influenciable por todos ellos. Soy también discípulo de Caeiro, y todavía me acuerdo del día –13 de Marzo de 1914– cuando, habiendo “oído por primera vez” (esto es, habiendo terminado de escribir, de un solo sorbo de espíritu) gran número de los primeros poemas de El Guardador de Rebaños, inmediatamente escribí, al hilo, los seis poemas-intersecciones que componen Lluvia Oblicua (Orpheu 2), manifiesto y lógico resultado de la influencia de Caeiro sobre el temperamento de Fernando Pessoa.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1912]
¡Señor, que eres el cielo y la tierra, que eres la vida y la muerte! ¡El sol eres tú y la luna eres tú y el viento eres tú! Tú eres nuestros cuerpos y nuestras almas y nuestro amor también eres tú. Donde nada está, tú habitas, y donde todo está –(tu templo)– he ahí tu cuerpo.
Dame alma para servirte y alma para amarte. Dame vista para verte siempre en el cielo y en la tierra, oídos para oírte en el viento y en el mar, y manos para trabajar en tu nombre.
Vuélveme puro como el agua y alto como el cielo. Que no haya fango en los caminos de mis pensamientos ni hojas muertas en las lagunas de mis propósitos. Haz que sepa amar a los otros como hermanos y servirte como a un padre.
[...]
Sea mi vida digna de tu presencia. Sea mi cuerpo digno de la tierra, tu cama. Pueda aparecer mi alma frente a ti como un hijo que vuelve al hogar.
Vuélveme grande como el Sol, para que te pueda adorar en mí; y vuélveme puro como la luna, para que te pueda rezar en mí; y vuélveme claro como el día para que te pueda ver siempre en mí y rezarte y adorarte.
Señor, protégeme y ampárame. Concédeme que me sienta tuyo. Señor, líbrame de mí.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1915]
Hay entre mí y el mundo una niebla que impide que yo vea las cosas como verdaderamente son: como son para los otros. Siento esto.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1930]
(Aspectos)
La serie, o colección, de libros, cuya publicación se inicia con estos, representa, no un proceso nuevo en literatura, sino una manera nueva de emplear un proceso ya antiguo.
*
Deseo ser un creador de mitos, que es el misterio más alto que puede obrar alguien de la humanidad.
*
La confección de estas obras no manifiesta un estado de opinión metafísica cualquiera. Quiero decir: con escribir estos “aspectos” de la realidad, totalizados en personas que los tuviesen, no pretendo una filosofía que insinúe que sólo existe de real el haber aspectos de una realidad ilusoria o inexistente. No tengo, ni esa creencia filosófica, ni la creencia filosófica contraria. Dentro de mi ocupación, que es literaria, soy un profesional, en el sentido superior que el término tiene; esto es, soy un trabajador científico, que no se permite a sí mismo tener opiniones extrañas a la especialización literaria, y que se entrega. Y el no tener ni esta ni aquella opinión filosófica a propósito de la confección de estas personas-libros, tampoco debe inducir a creer que soy un escéptico. La cuestión está en un plano donde la especulación metafísica, porque no entra legítimamente, excusa de tener estos, o aquellos caracteres. Como el físico no tiene metafísica en su laboratorio, y no la tiene el clínico en los diagnósticos que haga [?], no porque no la pueda tener, sino porque (...) así, mi problema metafísico no existe, porque no puede, ni tiene que existir dentro de las tapas de estos libros míos de otros.
Fernando Pessoa
[texto mecanografiado, Enero de 1917]
Para mí, mi egoísmo es la superficie de mi dedicación. Mi espíritu vive constantemente en el estudio y en el cuidado de la Verdad, y no tengo escrúpulo en dejar, cuando me despoje de las vestiduras que me ligan a este mundo, una obra que sirva al progreso y al bien de la Humanidad.
Reconozco que el sentido intelectual que ese Servicio de la Humanidad toma en mí, en virtud de mi temperamento, me aparta, muchas veces, de las pequeñas manifestaciones que en general revelan el espíritu humanitario. Los actos de caridad, la dedicación por así decir cotidiana, son cosas que en mí raras veces aparecen, aunque nada haya en mí que represente su negación.
En todo caso, reconozco, en justicia para conmigo mismo, que no soy más egoísta que la mayoría de los individuos, y mucho menos lo soy que la mayoría de mis colegas en las artes y en las letras. Parezco egoísta a aquellos que, por un egoísmo absorbente, exigen la dedicación de los otros como un tributo.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1913]
Un plan general de vida debe incluir, en primer lugar, la obtención de una estabilidad financiera de alguna especie. Marqué como límite para esa cosa humilde que llamo estabilidad financiera la cuantía de cerca de sesenta dólares, siendo cuarenta para lo necesario y veinte para las cosas superfluas de la vida. El medio de alcanzar eso es acrecentar a los treinta y un dólares de los dos escritorios (P. y FF) otros veintinueve dólares, cuyo origen debe ser determinado. En rigor, sólo para vivir, bastarían cincuenta dólares, pues, tomando treinta y cinco como una base necesaria, quince darían para cubrir el resto.
*
La cosa esencial que sigue inmediatamente es fijarme en una residencia lo bastante espaciosa, espacio tanto de ambientes como de instalaciones, para acomodar todos mis papeles y libros en el debido orden; y todo esto sin posibilidad muy grande de mudarme dentro del corto plazo. Me parece que lo más fácil seria alquilar yo mismo una casa –en una base de ocho, o cuando mucho nueve dólares– y allí vivir a voluntad, con cena (y pequeño almuerzo) enviado todos los días, o algo parecido. ¿Pero sería esto totalmente conveniente?
Sustituir, en lo que hace al acomodo de papeles, mi caja grande por cajas menores, que contengan los papeles por su orden de importancia. La caja grande y las otras en A.S. quedarían destinadas a los simples diarios y revistas que conservo.
*
¿Alquilada una casa, qué muebles? ¿No sería mejor volver a poner en orden las cosas con S.? De modo a alcanzar esto que preciso, ¿sería necesario mudarnos para este fin?
*
Que sea como la Suerte quiera.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1915]
No sé quién soy, qué alma tengo.
Cuando hablo con sinceridad no sé con qué sinceridad hablo. Soy diversamente otro que un yo que no sé si existe (si es esos otros).
Siento creencias que no tengo. Me absorben ansias que repudio. Mi constante atención sobre mí perpetuamente me apunta traiciones de alma a un carácter que tal vez no tenga, ni ella cree que yo tengo.
Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que desvían hacia reflejos falsos una única realidad anterior que no está en ninguna y está en todas.
Como el panteísta se siente árbol y hasta flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas, en mí, incompletamente, como si mi ser participase de todos los hombres, incompletamente de cada uno, por una suma de no-yos sintetizados en un yo postizo.
*
¡Sé plural como el universo!
*
Siendo nosotros portugueses, conviene saber qué es lo que somos.
a) Adaptabilidad, que en lo mental produce la inestabilidad, y por lo tanto la diversificación del individuo dentro de sí mismo. El buen portugués es varias personas.
b) El predominio de la emoción sobre la pasión. Somos tiernos y poco intensos, al contrario de los españoles –nuestros absolutos contrarios– que son apasionados y fríos.
Nunca me siento tan portuguesamente yo como cuando me siento diferente de mí: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Fernando Pessoa, y cuantos más haya habidos o por haber.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, 21/11/1914]
Hoy, al tomar irrevocablemente la decisión de ser Yo, de vivir a la altura de mi tarea, y, por eso, de despreciar la idea de publicidad y plebeya sociabilización de mí, del Interseccionismo, reentré decididamente, de vuelta de mi viaje de impresiones por los otros, en la posesión plena de mi Genio y en la divina conciencia de mi Misión. Hoy sólo me quiero tal cual mi carácter nato quiere que yo sea; y mi Genio, con él nacido, me impone que no deje de ser.
Actitud por actitud, mejor la más noble, la más alta y la más calma. Pose por pose, la pose de ser lo que soy.
Nada de desafíos a la plebe, nada de fuegos artificiales para la risa o la rabia de los inferiores. La superioridad no se disfraza de payaso; es de renuncia y de silencio que se viste.
El último rastro de influencia de los otros en mi carácter cesó con esto. Recobré –al sentir que podía e iba a dominar el deseo intenso e infantil de “lanzar el Interseccionismo”– la tranquila posesión de mí.
Un rayo hoy se deslumbró de lucidez. Nací.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito, tal vez 1910]
Era yo un poeta estimulado por la filosofía y no un filósofo con facultades poéticas. Me gustaba admirar la belleza de las cosas, descubrir en lo imperceptible, a través de lo diminuto, el alma poética del universo.
La poesía de la tierra nunca muere. Podemos decir que las eras pasadas fueron más poéticas, pero no podemos decir (...)
La poesía se encuentra en todas las cosas –en la tierra y en el mar, en el lago y en la margen del río. Se encuentra también en la ciudad –no lo neguemos– es evidente para mí, aquí, mientras estoy sentado, que hay poesía en esta mesa, en este papel, en este tintero; hay poesía en el rumor de los carros en las calles, en cada movimiento diminuto, común, ridículo, de un operario, que del otro lado de la calle está pintando el letrero de una carnicería.
Mi sentido íntimo predomina de tal manera sobre mis cinco sentidos que veo cosas en esta vida –lo acredito– de modo diferente a otros hombres. Hay para mí –había– un tesoro de significado en una cosa tan ridícula como una llave, un clavo en la pared, los bigotes de un gato. Hay para mí una plenitud de sugestión espiritual en una gallina con sus pollitos, atravesando la calle, con aire pomposo. Hay para mí un significado más profundo que las lágrimas humanas en el aroma del sándalo, en las viejas latas en un basural, en una caja de fósforos caída en la cuneta, en dos papeles sucios que, en un día ventoso, volarán y se perseguirán calle abajo. Es que la poesía es asombro, admiración, como de un ser caído de los cielos, tomando plena conciencia de su caída, atónito frente a las cosas. Como de alguien que conociese el alma de las cosas, y luchase por recordar ese conocimiento, recordando que no era así que las conocía, no bajo aquellas formas y aquellas condiciones, pero sin recordar nada más.
Fernando Pessoa
[texto manuscrito del 30/10/1908]
Jamás existió alma ninguna más amorosa o tierna que la mía, ningún alma tan llena de bondad, de compasión, de todo cuanto es ternura y amor. Con todo, ningún alma tan solitaria como la mía, solitaria, nótese, no en virtud de circunstancias exteriores, sino interiores. Me explico: juntamente con mi gran ternura y bondad un elemento de especie enteramente contraria penetró en mi carácter, un elemento de tristeza, de reconcentración, de amor propio por tanto, cuyo efecto es doble: desvirtuar e impedir el desarrollo y el pleno juego interno de aquellas otras cualidades, y obstaculizar, por afectar depresivamente la voluntad, su pleno juego externo, su manifestación. Deberé analizar esto, algún día examinaré mejor, discriminaré los elementos de mi carácter, pues mi curiosidad por todas las cosas, ligada a mi curiosidad por mí mismo y por mi propio carácter, conduce a una tentativa de comprensión de mi personalidad.
*
Por causa de esas características es que escribí, describiéndome a mí mismo, en “El Día del Escritor”:
Semejante a Rousseau...
Un misantrópico amor por la humanidad.
Tengo, como es notorio, muchas, muchísimas afinidades con Rousseau. En ciertas cosas nuestros caracteres son idénticos. El amor ardiente, intenso, inexpresable por la humanidad, y la porción de egoísmo contrabalanceándolo, es una característica fundamental de su carácter e igualmente del mío.
*
Mi intenso sufrimiento patriótico, mi intenso deseo de mejorar las condiciones de Portugal provoca en mí –como expresar con qué calor, con qué intensidad, con qué sinceridad– mil planes que, incluso si un hombre pudiese realizarlos, tendría que poseer una característica que, en mí, es puramente negativa: la fuerza de voluntad. Pero sufro –hasta el límite mismo de la locura, lo juro– como si pudiese hacer todo y fuese incapaz de hacerlo, por deficiencia de voluntad. El sufrimiento es horrible. Me mantiene constantemente, lo afirmo, en los límites de la locura.
Y, después, incomprendido. Nadie sospecha de mi amor patriótico, más intenso que el de quien quiera que yo encuentre, de quien quiera que yo conozca. No lo muestro; ¿cómo sé entonces que ellos no lo poseen? ¿Cómo puedo decir que el cuidado de ellos no es igual al mío? Porque en algunos casos, en la mayor parte, el temperamento de ellos es enteramente diverso; porque en otros casos hablan de un modo que revela la inexistencia por lo menos de un nombre: patriotismo.
El calor, la intensidad –tierna, insumisa y ávida– de mi, nunca expresaré, (...)
Al lado de mis proyectos patrióticos –escribir “República de Portugal”, provocar una revolución aquí, escribir panfletos portugueses, editar viejas obras literarias nacionales, creación de un magazine, de una revista científica, etc.– otros planes, que me consumen por la necesidad de ser prontamente realizados (...) se combinan para producir un exceso de impulso que paraliza mi voluntad. El sufrimiento que esto produce no sé si puede ser descrito como al borde de la insania.
Se agregan a todo esto todavía otras razones de sufrimientos, algunos físicos, otros mentales, la susceptibilidad a cada cosa que pueda causar dolor (la misma que no causaría dolor alguno a un hombre normal), agréguese esto a otras cosas todavía, complicaciones, dificultades monetarias – júntese todo esto a mi temperamento fundamentalmente inestable y podréis sospechar cuál sea mi sufrimiento.
Una de mis complicaciones mentales –horriblemente inexpresable– es un temor a la locura, que él mismo es locura. Me encuentro, en parte, en aquel estado que Rollinat reveló como suyo, en el poema con que inició (creo) su libro “Nevroses”. Impulsos, criminales algunos, locos otros, alcanzando, en medio de mi agonía, una horrenda tendencia a la acción, una terrible muscularidad, sentida en los músculos, quiero decir, son comunes en mí y el horror de ellos y de su intensidad –mayores ahora que nunca en número y en intensidad– no puede ser descrito.
Fernando Pessoa
Nombre completo: Fernando António Nogueira Pessoa.
Edad y naturalidad: Nació en Lisboa, parroquia de los Mártires, en el predio Nº 4 de la Plaza de San Carlos (hoy del Directorio) el 13 de Junio de 1888.
Filiación: Hijo legítimo de Joaquim de Seabra Pessoa y de Doña Maria Madalena Pinheiro Nogueira. Nieto paterno del general Joaquim António de Araújo Pessoa, combatiente de las campañas liberales, y de Doña Dionisia Seabra; nieto materno del consejero Luis António Nogueira, jurisconsulto y que fue Director General del Ministerio del Reino, y de Doña Madalena Xavier Pinheiro. Ascendencia general: mezcla de hidalgos y judíos.
Estado civil:
Profesión: La designación más propia sería «traductor», la más exacta «corresponsal extranjero en casas comerciales». Ser poeta y escritor no constituye profesión, sino vocación.
Domicilio: Rua Coelho da Rocha, 16, 1º. Dto. Lisboa. (Dirección postal: Caja Postal 147, Lisboa).
Funciones sociales que ha desempeñado: Si por eso se entiende cargos públicos, o funciones destacadas, ningunas.
Obras que ha publicado: La obra está esencialmente dispersa, hasta ahora, en diversas revistas y publicaciones ocasionales. Lo que, de libros o folletos, considera como válido, es lo siguiente: «35 Sonnets» (en inglés), 1918; «English Poems I-II» e «English Poems III» (en inglés también), 1922, y el libro «Mensagem», 1934, premiado por el Secretariado de Propaganda Nacional, en la categoría «Poema». El folleto «O Interregno», publicado en 1928, y establecido como una defensa de
Educación: En virtud de, fallecido su padre en 1893, haberse su madre casado, en 1895, en segundas nupcias, con el Comandante João Miguel Rosa, Cónsul de Portugal en Durban, Natal, fue allí educado. Ganó el premio Reina Victoria de estilo inglés en la Universidad del Cabo de Buena Esperanza en 1903, en el examen de admisión, a los 15 años.
Ideología Política: Considera que el sistema monárquico sería el más adecuado para una nación orgánicamente imperial como lo es Portugal. Considera, al mismo tiempo, la Monarquía completamente inviable en Portugal. Por eso, de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, aunque con pena, por
Posición religiosa: Cristiano gnóstico y por lo tanto enteramente opuesto a todas las Iglesias organizadas, y sobre todo a la Iglesia de Roma. Fiel, por motivos que más adelante están implícitos, a
Posición iniciática: Iniciado, por comunicación directa de Maestro a Discípulo, en los tres grados menores de la (aparentemente extinta) Orden Templaria de Portugal.
Posición patriótica: Partidario de un nacionalismo místico, de donde sea abolida toda infiltración católico-romana, creándose, si fuera posible, un sebastianismo nuevo, que la sustituya espiritualmente, si es que en el catolicismo portugués hubo alguna vez espiritualidad. Nacionalista que se guía por este lema: «Todo por la Humanidad; nada contra la Nación».
Posición social: Anticomunista y antisocialista. Lo demás se deduce de lo ya dicho arriba.
Resumen de estas últimas consideraciones: Tener siempre en la memoria al mártir Jacques de Molay, Gran Maestre de los Templarios, y combatir, siempre y en todas partes, a sus tres asesinos: la Ignorancia, el Fanatismo y la Tiranía.
Lisboa, 30 de Marzo de 1935
Deseo ser un creador de mitos, que es el misterio más alto que puede obrar alguien de la humanidad