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Introducción a la estética

[texto dactilografiado, tal vez 1925]


Exigir de sensibilidades como las nuestras, sobre las que pesan, por herencia, tantos siglos de tantas cosas, que sientan y que, por lo tanto, se expresen con la limpidez y la inocencia de sentidos de Safo o de Anacreonte, no es legítimo ni razonable. No es en el contenido de la sensibilidad que está el arte o su falta: es en el uso que se hace de ese contenido.

Distinguiremos en el arte, como en todo, un elemento material y uno formal. La materia del arte la proporciona la sensibilidad, la forma la dirige la inteligencia. Y en la forma hay, aún, dos partes a considerar: la forma concreta o material, que se aprehende con la materia misma de la obra, y la forma abstracta o inmaterial, que se aprehende sólo con la inteligencia y depende de sus leyes inmutables.

Tres son las leyes de la forma abstracta, y, como son de la forma abstracta, se aplican a todas las artes y a todas las formas de cada arte. Abdicar de ellas es abdicar del propio arte. Podemos elegir quebrar tales leyes; no podemos, sin embargo, habiendo hecho esa elección, presumir que hacemos arte, pues el arte consiste, más que en cualquier otra cosa, en la obediencia a esas leyes. Las tres leyes de la forma abstracta son: la unidad; la universalidad u objetividad; y (...)


Por unidad se entiende que la obra de arte ha de producir una impresión total definida, y que cada elemento suyo debe contribuir a la producción de esa impresión; no habiendo en ella ni elemento que no sirva para ese fin, ni falta de elemento que pueda servir para ese fin. Es una falla artística, por ejemplo, la inserción en un poema de un segmento, por bello que sea, que no tenga relación necesaria con el conjunto del poema, como lo es, más palpablemente, la introducción en un drama de una escena en la que, por grande que sea la fuerza o la gracia propia, la acción se detiene o no progresa o, lo que es peor, se atrasa.

Por universalidad u objetividad, se entiende que la obra de arte ha de ser inmediatamente comprensible a quien tenga el nivel mental necesario para poder comprenderla. Cuanto más altamente intelectual fuere una obra de arte, mayor será, en principio, su universalidad, puesto que la inteligencia abstracta es la misma en todos los tiempos y en todos los lugares (dada la especie humana en el nivel de tenerla), mientras que la sensibilidad varía de tiempo en tiempo y de lugar en lugar.

Cumple esclarecer este punto. La obra de arte procede de una impresión o emoción del artista que la construye, impresión o emoción que, como tal, es propia e intransmisible. Si el valor de esa emoción, para quien la siente, es el de ser propia, simplemente debe gozarse y no expresarse. Si su valor, sin embargo, es alguna cosa más, (...)

Todos nosotros sentimos el dolor y el delirio del Rey Lear de Shakespeare; ese delirio, con todo, es diagnósticablemente el de la demencia senil, de la que no podemos tener experiencia, pues quien cae en demencia senil no puede percibir a Shakespeare ni a cualquier otra cosa. ¿Por qué, entonces, siendo ese delirio tan caracterizadamente el del demente senil, es que nosotros, que no tenemos conocimiento de ese delirio, lo sentimos de tal modo? Porque Shakespeare puso en dicho delirio sólo aquella parte que es humana en él, y apartó la que sería, o particular del individuo Lear o especial del demente senil. Todo proceso mórbido envuelve esencialmente un exceso o un abatimiento de función; una hipertrofia o una atrofia del órgano. El desvío, que constituye la enfermedad, está en la distancia a que queda el exceso o el abatimiento del nivel de la función normal; en la desemejanza que se establece entre el órgano hipertrofiado o atrofiado y el órgano sano. Así la enfermedad es, al mismo tiempo, y en el mismo acto, un exceso o abatimiento de lo normal, y un desvío (o diferencia) de lo normal. Si, presentando un caso de enfermedad mental, lo presentamos por el lado en que es exceso o abatimiento de la función normal, con eso mismo lo presentamos como ligación a esa función, y comprensible para quien la tenga; si, por el contrario, lo presentamos por el lado en que es desvío o diferencia, con eso mismo lo presentamos como desligado o separado de esa función, e incomprensible, por tanto, a quien no esté en el mismo caso mórbido, que será poca gente, sino poquísima. Las dos maneras son comparables a la manera racional y a la dogmática o aforística de presentar una conclusión: el razonador lleva al oyente o al lector hasta la conclusión por un proceso gradual, y aunque la conclusión sea extraña o paradojal, se vuelve en cierto modo aceptable por volverse comprensible el modo en que se llegó hasta ella; el dogmático presenta la conclusión sin explicar cómo llegó a ella, y sucede que, como no se ve relación entre el punto de partida y el de llegada, sólo quien haya hecho el razonamiento necesario o quien acepte la conclusión sin razonamiento, puede convenir en esta conclusión.

Todo lo que pasa por una mente humana ya pasó en toda otra mente humana de algún modo análogo. Lo que compete, pues, al artista que quiere expresar determinado sentimiento, por ejemplo, es extraer de ese sentimiento aquello que tenga de común con los sentimientos análogos de los otros hombres, y no lo que tenga de personal, de particular, de diferente de esos sentimientos.

La obra de arte, o cualquier elemento suyo, debe producir una impresión, y una sola; debe tener un sentido, y solo uno; sea sugestivo el proceso, o explícito. Esto se ve claramente en el empleo del epíteto en literatura. Mucho se ha bramado contra el empleo de adjetivos extraños, o junto a sustantivos con los cuales no parecen poder ligarse. No hay, sin embargo, adjetivos extraños, ni es posible construir una frase a la que no se pueda atribuir un sentido cualquiera. Lo que es necesario es que ese «sentido cualquiera» sea uno solo, y no posiblemente uno de varios. Esquilo, en una frase célebre, se refiere a la «sonrisa innumerable de las olas»; el epíteto es de aquellos a que es uso llamar osados, puesto que todo es osado para quien a nada se atreve. Todo el mundo, sin embargo, comprende la frase, y no le es atribuible más que un sentido. Hay, sin embargo, una poetisa francesa que dio a un libro suyo el título, remedado de aquella frase, de El Corazón innumerable, frase ésta que puede tener varios sentidos, aunque no es seguro que tenga éste o aquél. La «osadía» del epíteto es igual en el griego y en la francesa; una, sin embargo, es la osadía de la inteligencia, la otra la del capricho.

Puede ser, en el caso de un epíteto de este último orden, que la sensibilidad de varias personas convenga en la misma interpretación, y, todavía, que esa interpretación sea –lo que también podría no suceder– aquella misma que el autor le dio. Como, sin embargo, la sensibilidad es pasajera y local, local y pasajera es también la interpretación que de ella procede.

Estas consideraciones han de ser interpretadas en relación con las diversas artes, diversamente para cada una, conforme su materia y fin. Aquel intervalo musical cuya frescura y alegría me da a mí la impresión de madrugada, puede dar a otro la impresión de primavera. Como, sin embargo, no es función de la música definir las cosas, sino la emoción que generan, el intervalo produjo, en verdad, la misma impresión en mí y en el otro, pues ambos sentimos en él frescura y alegría; que esa frescura me recuerde a mí la madrugada, y al otro la primavera, sólo es la traducción personal que cada uno de nosotros hace de la sensación que recibió, pues la sensación abstracta de alegría y de frescura es común a la madrugada y a la primavera. En un tercero ese mismo intervalo podría evocar, por ejemplo, cierta escena de amor, o cierto paisaje, sin que en nada haya salido de su fin propio, cuando a esa escena de amor y a ese paisaje estén ligadas las ideas de frescura y alegría. Del mismo modo la frase de Esquilo «sonrisa innumerable de las olas» no es diversa en mí y en un veneciano por evocar en mí el Atlántico y en él el Adriático.

Fernando Pessoa


2 comentarios:

hrojo dijo...

Primero que nada deseo agradecer el trabajo realizado en esta página para que podamos tener acceso a estos textos. Por otro lado quisiera saber si es posible ofrecer alguna noticia bibliográfica sobre los textos, si es que ésta existe. Sin más por el momento, me despido.

Anónimo dijo...

[color=#771100]Buongiorno cari,
io volevo discutere di a proposito di certa roba che sicuramente e' parecchio fuori tema, ma nonostante tutto io spero che una piccola divagazione sara' gradita. Sono una donna di 18 anni, con una insana passione per [/color] [url=http://cannabis.bloggatore.com]semi marijuana[/url] [color=#771100] e mi piace sviluppare questa passione anche grazie a questo forum. adesso che mi conoscete, non aspettate a inviarmi messaggi.

Ci vediamo

Cureggia[/color]