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[Poesía y prosa]

[texto dactilografiado, tal vez 1924]


S

e encuentran en esta publicación, que está dividida en secciones o títulos, dos títulos o secciones que tienen el nombre de Literatura y Poesía. A muchos les parecerá absurdo que se establezca lo que parece ser una distinción entre un género y una de sus especies.

La poesía es, sin duda, y en lo que la buena lógica tiene sólo de buena lógica, una especie del género literatura. Ésta es el arte que se forma con palabras; aquélla la especie de él que se forma con palabras dispuestas de determinada manera. “La prosa”, decía Coleridge, “son las palabras dispuestas en el mejor orden; la poesía las mejores palabras dispuestas en el mejor orden”. Así es, o casi así.


La palabra es, en una sola unidad, tres cosas distintas: el sentido que tiene, los sentidos que evoca, y el ritmo que envuelve ese sentido y estos sentidos. Así la palabra “alma” contiene en sí como sentido directo la designación de la esencia mental del hombre, distinta por un lado, de la inconsciencia del cuerpo o de los cuerpos, por otro, de la posible supraconsciencia de una conciencia abstracta universal. Pero, aparte de eso, la palabra “alma” sugiere un gran número de sentidos accesorios, que varían de individuo a individuo, conforme las preocupaciones, la cultura y otros elementos que contribuyan a la asociación de ideas: para uno estará inevitablemente implícito en la palabra el sentido secundario de “ánimo”, “intensidad de carácter”; para otro el sentido secundario de “espiritualidad”, “misticismo”; para un tercero el sentido secundario de “irrealidad”, “intangibilidad”. Finalmente, la palabra “alma” tiene un sonido, que constituye su ritmo y con el que colabora en el ritmo formado con las palabras que le sean anexas, formando el texto con ella. Por esto, el más claro de los textos comienza, cuando es profundizado o meditado por éste o aquél, a abrirse en divergencias de íntimo sentido de uno a otro; es que, habiendo acuerdo, en general, en cuanto al sentido directo o primario de la palabra, comienza a no haberlo en cuanto a los sentidos indirectos o secundarios. En el ritmo, de nuevo los individuos se aproximan unos a otros, salvadas diferencias de pronunciación y preferencias auditivo-mentales.

Descompuesta, así, la palabra, en tres elementos constitutivos para fines lógicos, no los ofrece así distinguidos en la realidad de su vida; están consubstanciados, y la impresión resultante de la palabra, y por tanto de las palabras dispuestas en discurso, proviene de una percepción sintética en que los tres se entreviven. Es importante notar esto, sobre todo, en cuanto a la valía y al alcance del ritmo, que no existe en la palabra, como en el sonido, independiente y libre, sino preso de los sentidos que la palabra comporta o sugiere. La palabra “César”, en sí misma floja de sonido, tiene, con todo, un relieve rítmico en cierto modo imperial, porque imperial es su origen y la evocación que la memoria de ella nos trae. Una alineación de palabras sin sentido conjunto, o de pseudopalabras inventadas con bellos sonidos, no agrada por bien que suene: no es más que música absurda y postiza.

Advertidos siempre de esta consubstanciación e interpenetración de los tres elementos de la palabra, podemos con todo, sin realizar abstracciones, distinguir tres tipos de arte literario, conforme se mire más al sentido primario de la palabra, a sus sentidos secundarios, o al ritmo; o más propiamente, visto lo que acaba de verse, a la proyección en el ritmo de la vida entera de la palabra.

El arte que vive primordialmente del sentido directo de la palabra se llamará propiamente prosa, sin más; el que vive primordialmente de los sentidos indirectos de la palabra –de lo que la palabra contiene, no de lo que simplemente dice– se llamará convenientemente literatura; el que vive primordialmente de la proyección de todo eso en el ritmo, con propiedad se llamará poesía.

Fernando Pessoa


1 comentario:

Luis Manteiga Pousa dijo...

Ojalá exista la supraconsciencia.