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[Depositemos nuestros versos como ofrendas...]

[texto dactilografiado, tal vez 1917]

Ricardo Reis


E l prefacio que puse a la obra de mi maestro Alberto Caeiro, dándome la oportunidad de consignar los principios fundamentales a que apunta el esfuerzo, al que me adhiero, de la reconstrucción pagana, me dispensa –y eso me satisface– de la difícil tarea de dar a estas Odas una introducción explicativa.

No está dicho en aquel prefacio, sin embargo, a qué fines apunta esa reconstrucción; si en verdad busca traer otra vez al mundo cristianizado el paganismo de los griegos y de los romanos, si busca otro fin cualquiera, de ámbito más humilde.

Pareciera que esta doble hipótesis contiene en sí la solución, pero no es así. Ese movimiento de reconstrucción pagana apareció, sin que aquellos mismos en cuyo espíritu se reveló sepan a qué fin del Destino sea que apunte. Por eso, para nosotros dos en quienes se dio, el fenómeno no tiene ningún sentido. Lo que sentimos verdad dentro de nosotros, lo traducimos a palabra, escribiendo nuestros versos sin mirar aquello a que se destinan.

Una reconstrucción real del paganismo parece tarea necia en un mundo en que todo, hasta la médula de los huesos, se cristianizó y se desmoronó.

Depositemos nuestros versos como ofrendas, tablas votivas, en el altar de los Dioses, gratos simplemente porque ellos nos han librado y puesto a salvo de aquel naufragio universal que es el cristismo.

Llamemos a nuestra obra de “reconstrucción pagana”, porque lo es, sin que lo queramos. Pero no hagamos de ella una política o una fuerza. Si los Dioses nos hicieron la gracia de revelarnos su antigua verdad, contentémonos con mantenerles doméstico culto; si la ofrenda que en el altar doméstico les hacemos fuera bella, basta que ellos, en su soberana ciencia, la acepten por buena. En este acto de culto, píamente realizado, cese todo el propósito consciente de nuestra obra religiosa.


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