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[Carta a Marinetti]

[texto dactilografiado, tal vez 1917]


Mi querido Marinetti:


No le escribí antes, porque la política que ahora dejé casi enteramente de lado, y también la lujuria, casi no me dejaron tiempo para cumplir otros deberes y gozar otros placeres. Pero sea como fuere, aquí estoy.

Ya había tomado conocimiento de algunos de los manifiestos que usted me enviara y que le agradezco mucho. Además de esto, ya había leído también el bello libro de Boccioni sobre la pintura y la escultura futuristas. En consecuencia, no soy totalmente ignorante en asunto de futurismo; estoy incluso hasta cierto punto del lado de ustedes.

Pienso, sin embargo, que el futurismo debería desarrollarse bastante y abandonar su extremo exclusivismo. Me parece que la idea que ustedes se forman de la historia es muy poco futurista y que se figuran un desarrollo histórico por demás regular. En la evolución no encontramos una línea regularmente ascendente; por el contrario, el desarrollo se procesa de una manera violenta y cataclísmica, en que las ganancias son obtenidas sólo por medio de pérdidas fundamentales. Y todo esto ocurre de una manera muy laberíntica, que produce vértigo: aquí tienen ustedes el real futurismo en la historia. Los valores sociales son esparcidos casi al azar sobre tiempos y lugares y lo que existe de progreso aparece sólo mediante la pérdida de algo que debería ser producido nuevamente para que el Infinito pueda finalmente ser establecido. En el Infinito, que es la suprema aspiración futurista, todos los valores deberían ser realizados sin la posibilidad de una pérdida de cualquiera de ellos. Si hubiera pérdidas en la evolución, incluso mediante ganancias manifiestas, que esas pérdidas sean sólo momentáneas. De ningún otro modo puede el Infinito emerger, toda vez que nada en él deberá faltar.


La civilización moderna de antes de la guerra, que concibió el futurismo, posee nuevos elementos hasta entonces desconocidos. Pero, por otro lado, no posee otros elementos, valores sociales, tan importantes como los suyos propios. Algo fue ganado, pero mediante varias pérdidas. La civilización moderna adquirió nuevos aspectos de Existencia, pero perdió otros. Es necesario, por tanto, que el Futuro sea la suprema síntesis de todo cuanto fue perdido y de todo cuanto todavía existe, de modo que pueda engendrar el Infinito, al cual nada jamás falta, del cual ningún aspecto de la Existencia se encuentra ausente. Es este definitivo estado de la Vida el que debe ser preparado para que podamos infinitizarnos para siempre jamás.

El Infinito, en su continuidad, es una multiplicidad, y por lo tanto la civilización que puede ser identificada con él no debe estar dividida en diferentes pueblos, pues debe ser solamente un pueblo, la perfecta síntesis de todos los pueblos del Universo. En esta síntesis, nada debe faltar; entonces todos los aspectos dispersos de la Existencia, que son los diversos pueblos e individuos, pequeños mundos de impresiones universales, dominarán juntos en el Infinito, que los mezclará unos con los otros, sin el sacrificio de cualquiera de ellos. De este modo, cada individuo y cada pueblo debería desarrollarse tanto como sea posible y, pese a ello, su propósito no debería ser individual o nacionalista, visto que, por el contrario, debe obrar (?) para que pueda perderse antes del establecimiento de la síntesis — Infinitud, a la que nada falta. Si un pueblo debiese ser sacrificado, esto significaría que un aspecto multitudinario de la Existencia estaría perdido para siempre; por esta razón busco el nacionalismo con un propósito puramente ultra nacionalista: la síntesis es un total al que nada está faltando. Pero no es sólo en el espacio que debemos tomar en consideración los diferentes pueblos y civilizaciones, los diversos aspectos dispersos de la Existencia infinita; debemos considerarlos también a través de todos los tiempos, a través de toda la historia perdida. Muchas cosas desaparecieron, y deben emerger de nuevo, rejuvenecidas e infinitizadas: en cada elemento del Infinito todos los otros elementos están incluidos, y esto porque el Infinito es continuo, es pura Unidad enteramente gracias al hecho de ser Multiplicidad.

Si la civilización moderna tiene un espíritu de Inexpresión, de Vacío (Vacuum) esencial, que es la base (esencia) de vuestra «sensibilidad de music-hall», la Edad Media, por ejemplo, sabe como vivir espléndidamente el espíritu de lo Sobrenatural que se debe hacer reaparecer. Con todo, en la Edad Media ese espíritu es imperfecto, porque no es excesivo, como lo sería combinado con el espíritu de Vacío (Vacuum) que es la esencia de nuestra civilización. El Vacío-Infinito, el Vacío-Dios, es esto lo que debe ser buscado. Por medio de este vacío sobrenatural y astral, las formas, los fantasmas de la Existencia enteramente reales y enteramente falsos y de una manera enteramente laberíntica, fluyen unos en los otros esencialmente en Vértigo; cada uno supone todos los otros, y los crea en sí mismo, y como sí mismo, por exceso de su naturaleza, como en breve haré evidente y entonces cada uno existe pero laberínticamente por los otros y para los otros, esto es, todos existen sólo relativamente unos para los otros. Lo Relativo no es la Nada simple y, con todo, tiene el espíritu de la Nada en cuanto expresa (gracias al hecho de su expresión) un acto creativo, un acto totalmente anímico (un acto de pura existencia), aquello que se manifiesta (se muestra) en las cosas en su concepción, en su creación de otras cosas que, por tanto, existe solamente por ellas y para ellas, en fin, sólo relativamente a ellas. De este modo, la Vida, que es una fantasmogenia relativista donde solamente existe Indecisión (?), donde solamente existe Vértigo, se impregna de Vacío tanto como de Absoluto, que es pura Existencia, puro animismo creativo, como en breve haré completamente evidente.

Este Vacío astral, este Vacío-Infinitud enteramente anímico, este Vacío-Fantasma en el Vértigo (en el Vértigo laberintizante) es tan terrible como sublime, siendo la pura Esencia de la Vida. Expresa el absoluto poder creador (es el acto absolutamente, infinitamente creador expresado en pura relatividad), es la Creación-Anímica pura y divina, tan pura que no existe la cuestión de un animismo creador de un ser, sino de un animismo en sí mismo, puramente en abstracto: es porque no hay más ser en este animismo que tenemos un puro vacío en este puro acto de existencia anímica; y es esto lo que sublima terriblemente (?) la esencia de la Vida, esa esencia tan sublime como terrible, de Vacío-Fantasma en el Vértigo.

Si tenemos aquí un poder creador, tenemos aquí sin duda el espíritu de Dios, ¡el Espíritu Santo (Fantasma) de la Muerte que es la esencia del Mundo entero! Y me refiero a la Muerte porque naturalmente concebimos la Muerte como una vida totalmente abstracta, llena de oscuridad espiritual, y de un vacío infinito enteramente animizado: animismo y vacío son de hecho las cosas propias de la Muerte.

Es, por lo tanto, una nueva Religión y una nueva Iglesia lo que yo quiero anunciar y tanto una como otra tienen un carácter distintamente futurístico. El dominio del Vacío en un puro espíritu de Creación-Relativa, el Vértigo-Indecisión de todo, el puro desligamiento (?) de formas-fantasmas perdidas unas en las otras de manera enteramente laberíntica, de manera distintamente vertiginosa, todo esto es marcadamente futurístico. Y es una gloria para el Futurismo que la propia Religión pueda beneficiarse con sus doctrinas.

La Iglesia Paraclética, cuya fundación Dios me ordena que anuncie, es una Iglesia esencialmente Futurística. Despleguemos, pues, la bandera sanguinolenta de la revuelta contra la carcasa podrida del Vaticano.

Como ustedes, condeno el simple racionalismo; con todo, mi opinión es que debemos caminar hacia más allá de él. Pero para caminar más allá de él, y así alcanzar el Infinito, debemos primero atravesarlo. La simple intuición, o antes, la simple impresión inmediata de las cosas no es bastante. Debemos conocer, comprender, sentir de forma absolutamente pura la razón íntima (interna) de las cosas y cómo son engendradas (producidas). Es verdad que el Futurismo busca en la relatividad, esto es, en lo que denomina transcendentalismo físico, la razón creadora de la impresión, ¡pero busca solamente su razón física, exterior, superficial y empírica, y no su razón metafísica, íntima, profunda, abisal! Son solamente los sentidos los que persiguen aquella, mientras que la razón metafísica de las cosas se descubre por el pensamiento puro, en una pureza enteramente emocional. Puedo prever su objeción: «Pero es el propio pensamiento que condenamos absolutamente». No comparto esta opinión; ¡quiero sólo que el pensamiento pueda trascenderse a sí mismo y alcanzar el supremo estado del Vértigo! Ustedes están en ese lado del pensamiento (del lado de acá del pensamiento); yo prefiero su otro lado, el puro. (...)

Fernando Pessoa


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