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El sentido del clasicismo

[texto manuscrito, tal vez 1915]


Entre las tendencias recientes del espíritu crítico europeo hay una que sobresale por encima de todas ya sea por (...) como está difundida, ya sea por la cohesión entera de los diversos puntos que representan la esencia de su doctrina. Esa tendencia representada por el movimiento conservador en política aflora en la crítica literaria bajo la forma del llamado neoclasicismo.

En el nombre de la doctrina va ya su explicación. Ella incluye una contraposición a los principios románticos o post-románticos –considerados, o como literariamente falsos (Matthew Arnold), o como la forma literaria de principios políticos disolventes– de los principios por los que ostensivamente se regía la literatura pre-revolucionaria.

Como, sin embargo, los expositores de este sistema no se destacan por la originalidad (cf. Maurras), sucede que, en la elaboración de esa doctrina, caen en tres errores (...).

Los 3 errores son: 1) errar el punto de partida de esos principios clásicos; 2) confundir el contenido de la obra de arte con su (...), su estática con su dinámica; 3) hacer crítica literaria sin referencia a condiciones medias (?).

El primer error es de los conservadores franceses, y, de ahí, de los que están influenciados por ellos. Consiste en confundir la esencia de los principios clásicos con su aplicación en determinada época. Así, cuando defienden los principios clásicos, defienden, en general, sólo los principios del siglo diecisiete, y, lo que es peor, del siglo XVII en Francia. No reparan, sin embargo, en que la mentalidad francesa difiere mucho de la mentalidad griega. El griego acepta las sensaciones y la vida y las subordina a una disciplina intelectual. El francés, incapaz de crear una disciplina superior, trunca y restringe la vida y el sentimiento para poder disciplinarlos. Es como un escolar que, teniendo que sumar sumandos (...)

El papel de la inteligencia, en el romanticismo, es sólo representativo; sirve solamente para expresar la emoción que inspiró el poema. En los pseudoclásicos de los siglos anteriores, el papel de la inteligencia es otro: es crear la emoción; no crear ninguna, es claro, porque ese papel es anti-humano, mientras que el de los románticos es sólo inferiormente humano.

Fernando Pessoa


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