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Sensacionismo

[texto dactilografiado, tal vez 1916]


N ada existe, no existe la realidad, sino solamente sensaciones. Las ideas son sensaciones, pero de cosas no situadas en el espacio y, a veces, ni siquiera en el tiempo.

La lógica, el lugar de las ideas, es otra especie de espacio.

Los sueños son sensaciones con sólo dos dimensiones. Las ideas son sensaciones con una sola dimensión. Una línea es una idea.

Cada sensación (de una cosa sólida) es un cuerpo sólido delimitado por planos, que son imágenes interiores (de la naturaleza de los sueños: bi-dimensionados), delimitadas de las mismas por líneas (que son ideas, de una dimensión solamente). El sensacionismo pretende, consciente de esta realidad real, realizar en arte una descomposición de la realidad en sus elementos geométricos psíquicos.


La finalidad del arte es simplemente aumentar la autoconciencia humana. Su criterio es aceptación general (o semigeneral), más temprano o más tarde, pues esta es la prueba de que, en realidad, tiende a aumentar la autoconciencia en los hombres.

Cuanto más descomponemos y analizamos nuestras sensaciones en sus elementos psíquicos, tanto más aumentamos nuestra autoconciencia. El arte tiene entonces el deber de volverse cada vez más consciente. En la edad clásica, el arte desarrolló la conciencia al nivel de la sensación tridimensional: esto es, el arte se aplicó a una perfecta y clara visión de la realidad considerada como un sólido. De allí la actitud mental griega, que nos parece tan extraña, de introducir conceptos tales como el de esfera en las más abstractas abstracciones, como en el caso de Parménides, cuya concepción idealista de un universo altamente abstracto admite, con todo, una descripción de él como esférico.

El arte poscristiano ha trabajado constantemente para la creación de un arte bidimensional.

Debemos crear un arte unidimensional.

Parece esto un estrechamiento del arte, y hasta cierto punto lo es.

El cubismo, el futurismo y escuelas afines son aplicaciones erradas de intuiciones fundamentalmente ciertas. El error radica en el hecho de que intentan resolver el problema que sospechan en términos de arte tridimensional: su error fundamental reside en atribuir a las sensaciones una realidad exterior, que, de hecho, tienen, pero no en el sentido que los futuristas y otros creen. Los futuristas son algo absurdo, como griegos intentando ser modernos y analíticos.

¿Cuál es el proceso a adoptar para realizar el sensacionismo?

Hay varios procesos, por lo menos tres claramente definidos:

1) Interseccionismo: el sensacionismo que toma conciencia del hecho de que toda sensación es realmente varias sensaciones mixturadas.

2) (...)

3) (...)

¿Cómo realiza estos tres procesos el sensacionismo? El interseccionismo lo realizó intentando llevar a efecto la deformación que cada sensación cúbica sufre por la deformación de sus planos. Ahora bien, todo cubo tiene seis lados; estos lados mirados desde el punto de vista sensacionista, son: la sensación del objeto exterior como objeto; la sensación del objeto exterior como sensación; las ideas objetivas asociadas a esta sensación, esto es, el «estado de mente» por medio del cual el objeto es visto en aquel momento; el temperamento y la actitud mental fundamentalmente individual del observador; la conciencia abstracta por detrás de ese temperamento individual.

*

E l sensacionismo difiere de las corrientes literarias comunes en el hecho de no ser exclusivo, esto es, no reivindica para sí mismo el monopolio del sentimiento estético verdadero. Propiamente hablando, no reivindica para sí mismo ser, excepto en cierto sentido restringido, una corriente o un movimiento, sino sólo parcialmente una actitud, y parcialmente una adición de todas las corrientes precedentes.

La posición del sensacionismo no es, como la de los movimientos literarios comunes, como el romanticismo, el simbolismo, el futurismo, y semejantes, una posición análoga a la de una religión, que implícitamente excluye otras religiones. Es perfectamente análogo a la actitud asumida por la teosofía para con todos los sistemas religiosos. Es hecho bien conocido que la teosofía reivindica ser, no una religión, sino la verdad fundamental que subyace en todos los sistemas religiosos. Como tal, la teosofía está en oposición, sin duda, a aquellas partes de los sistemas religiosos que excluyen otros sistemas y también a aquellas partes de los sistemas religiosos que le parecen viciar la actitud fundamental llamada religiosa. Es por eso que la teosofía, en tanto no se opone al protestantismo como tal, se le opone en la medida en que éste se opone al catolicismo, y no puede aceptar teorías tales como la de los castigos eternos, que vician, en su opinión, todo cuanto es fundamental y verdadero en el sentido del culto de la creación de Dios.

Idéntica es la posición del sensacionismo en relación a todos los movimientos artísticos. Respecto de todos ellos, o de casi todos (pues no debemos permitir que este término «movimientos artísticos» se aplique con universal generosidad a cada serpiente que levante la cabeza encima de otras en el cántaro literario de la confusión moderna) afirma que, en su esencia, no están errados. Spinoza dijo que los sistemas filosóficos están ciertos en lo que afirman y errados en lo que niegan. Esta, la mayor de todas las afirmaciones panteístas, puede repetirla el sensacionismo respecto a las cosas estéticas. Pese a que la suprema perfección (que es inalcanzable) sea una sola, la perfección relativa es múltiple. Homero es tan perfecto a su modo como Herrick en el suyo, aunque el modo homérico sea un bien superior. El sensacionista acepta alegremente tanto a Homero como a Herrick para la gran fraternidad del Arte. Hay en el sensacionismo tres principios centrales. El primero es que el arte, en grado supremo, es construcción y que el mayor arte es aquel capaz de visualizar y crear todos organizados, en que las partes componentes se adecuan vitalmente a sus lugares, el gran principio que Aristóteles enunció cuando dijo que un poema era un «animal». El segundo es que estando todo arte compuesto de partes, cada una de esas partes debe ser perfecta en sí misma; así como el primero fue el principio clásico de la unidad y perfección estructural, éste es el principio romántico de los «trechos elevados» en lo que contienen de verdad, y excluyendo el error que contiene todo esto, al no atender al principio clásico más elevado, de que el todo es mayor que la parte. El tercer principio del sensacionismo, como estética, es que cada pequeño fragmento que construye la parte del todo debería ser perfecto en sí mismo; este es el principio en que insisten exageradamente todos aquellos artistas entre los cuales se cuentan los simbolistas, que, temperamentalmente incapaces de crear grandes todos organizados, ni incluso (como los románticos) largos pasajes elocuentes, ponen su actividad en la cáscara de huevo (cáscara de nuez) de producir bellos versos aislados o muchos breves poemas líricos perfectos. Esto es realmente bello, cuando es bello; pero es peligroso caer en la impresión de que sea algo sino el aspecto más bajo del arte.

Son estos los principios del sensacionismo, como filosofía artística, esto es, los principios que él sustenta en la medida en que acepta todos los sistemas y escuelas de arte, extrayendo de cada una aquella belleza y aquella originalidad que le son peculiares.

Pero el sensacionismo no es solamente una filosofía del arte; más allá de su actitud de aceptación universal de lo que es bello, presenta una originalidad propia. Si fuese solamente una actitud estética, no tendría derecho a llamarse de algún modo a sí mismo —sensacionismo, por ejemplo- más que una simple, aunque lúcida, filosofía artística.

Como novedad, tiene el sensacionismo otros tres principios y aquí comienza él a ser propiamente sensacionismo.

Afirma, antes que nada, que la sociedad está espiritualmente dividida en tres clases, que a veces coinciden y muchas veces más no coinciden con las «clases» comúnmente así llamadas. Divide estas tres clases en aristocracia, clase media y pueblo, pero la división, como se verá, no tiene relación (necesaria) con la división común de la sociedad en estos elementos. Para el sensacionista, el aristócrata es la persona que vive para el arte y para quien todas las cosas, materiales o espirituales, sólo tienen valor en la medida en que tienen belleza. Religión, moralidad, espiritualidad: todas estas cosas valen por la belleza que tengan, o que de ellas pueda ser extraída. No son verdaderas ni falsas; no tienen interés para el aristócrata, fuera de su interés estético.

Para el individuo de la clase media, en esta clasificación, la base de interés de cualquier cosa es política. El valor de cada cosa, para él, está en relación con el valor político que ve en ella. No importa cual sea su idea de política; puede ser alta o baja, justamente como la idea de arte y belleza del aristócrata puede ser alta o baja, siendo lo esencial que el arte es la única cosa importante para él. Así para el hombre de la clase media la política es la única cosa importante, ya sea un Herbert Spencer o un João da Silva, un lector común.

La actitud plebeya no implica interés directo, excepto un interés material. Todos los socialistas y la mayor parte de los anarquistas son estructuralmente plebeyos, porque están preeminentemente ocupados en consideraciones económicas. La era de los economistas es la era mala del arte, porque la era del sentimiento plebeyo debe por fuerza ser la era mala del sentimiento aristocrático.

El sensacionismo defiende la actitud estética en todo su esplendor pagano. No defiende cualquiera de aquellas cosas insensatas: el esteticismo de Oscar Wilde o el arte por el arte de otras personas mal guiadas por una mundividencia plebeya. Puede ver la belleza de la moral justamente como puede comprender la belleza de la falta de ella. Para él, ninguna religión es verdadera, ni ninguna religión es falsa.

Un hombre puede recorrer todos los sistemas religiosos del mundo en un día, con perfecta sinceridad y trágicas experiencias de alma. Debe ser un aristócrata –en el sentido en que usamos el término– para ser capaz de esto. Afirmé cierta vez que un hombre culto e inteligente tiene el deber de ser ateo al mediodía, cuando la claridad y la materialidad del sol todo penetran, y un católico ultramontano en aquella hora precisa después de la caída del sol cuando las sombras todavía no completaron su lento envolvimiento de la presencia nítida de las cosas. Algunas personas pensaron que esto fue una chanza. Pero sólo estaba traduciendo en breve prosa (esto fue escrito en un periódico) una experiencia personal común. Habiéndome acostumbrado a no tener creencias ni opiniones, en el recelo de que mi sentimiento estético pudiese ser debilitado, en breve pasé a no tener personalidad ninguna, excepto una personalidad expresiva, pasé a ser una mera máquina capaz de expresar estados de espíritu tan intensos que se transformaron en personalidades y convirtieron mi propia alma en la simple cascara de su apariencia casual, tal como los teosofistas dicen que la malicia de los espíritus naturales a veces los hace ocupar los cadáveres astrales abandonados de los hombres y hacer locuras bajo el resguardo de sus apariencias (substancias) de sombra.

Esto no significa que todo sensacionista no deba tener opinión política; significa que, como artista, está obligado a no tener ninguna y a tener todas. Aquella disculpa de Marcial, que provocó la ira de mucha gente ajena a la (esencia) del arte: «Lasciva est nobis pagina, vita proba», (Marcial, Epigramas, Libro 1/5 - Ad Caesarem) que, aunque su arte fuese impura, su vida no lo era, reproducida después por Herrick, que escribió a propósito de sí mismo: «Su musa era alegre, pero su vida fue casta», es el estricto deber del artista para consigo mismo.

La sinceridad es el gran crimen artístico. El segundo mayor es la insinceridad. El gran artista nunca debería tener una opinión realmente fundamental y sincera sobre la vida. Pero esto debería darle la capacidad de sentir sinceramente, y más, de ser absolutamente sincero respecto de cualquier cosa durante cierto período de tiempo, aquel período de tiempo, digamos, necesario para la concepción y redacción de un poema. Tal vez sea necesario afirmar que es necesario ser un artista antes que esto pueda ser intentado. Es inútil intentar ser un aristócrata cuando se nació clase media o plebeyo.

Fernando Pessoa


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