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[Ética del paganismo vs. el culto de lo excesivo - I]

[texto dactilografiado]

Antonio Mora


Regreso de los Dioses

Ética

Una demostración, hecha sobre una leyenda conocida, revelerá completamente cuál es el sentido de la acusación justificada que hacemos a la moral cristista en particular, por ser moral subjetivista en general.

El ejemplo no es cristista, sino budista; es, sin embargo, tan cristista como budista en su sustancia, y tanta apelación contiene para una sensibilidad de una especie, como para un sentimentalismo de la otra.

Se trata de aquella leyenda en que Buda, habiendo encontrado una vez un gusano royendo las carnes de un bicho, libró al bicho del gusano por compasión por sus sufrimientos; pero, viendo que el gusano quedaba sin alimento, en sustitución le ofreció un brazo, o un pedazo de su propia carne, para que comiese.

La leyenda es de las más conocidas; no se podrá negar que es profunda su apelación, como dije, a la sensibilidad de un cristiano, como a la de un budista. Las leyendas crististas sobre santos y prácticos del bien no contienen elementos diferentes.

¿Pero cuál es la sustancia de la belleza –belleza moral, es claro- que se puede encontrar en esta leyenda? Se trata de un sentimiento, el de compasión, llevado a su auge. Por compasión con el bicho víctima, el Buda lo libra del gusano; por compasión con el gusano, el Buda le da a comer su propia carne. La compasión –nótese- es por un bicho y por un gusano, entes inferiores en la escala animal. Y lo que da de comer es un pedazo de su propia carne. Aquí la compasión excesiva llega a un auge sobre su auge, porque la compasión lleva al sacrificio doloroso.

¿Pero cuál es, decía, la sustancia de la belleza moral contenida en esta leyenda? Es simplemente un sentimiento excesivo vuelto todavía más excesivo por la forma de la ejecución. Esto es, consiste la belleza moral de esta leyenda en el hecho de ser un exceso llevado a un exceso. Ahora bien, todo cuanto es excesivo representa una ruptura de armonía; en cuanto sea excesivo sobre excesivo representa una doble ruptura de armonía. Tenemos, pues, que esta moral envuelve, como principio, la ruptura de armonía.

Sé bien que el budista me puede responder que, según su principio religioso, por ese acto de bondad y sacrificio, el Buda, lejos de romper una armonía, la estableció, restableció una armonía rota por la ilusión del mundo; porque (para el budista) siendo el Ser sólo uno, todo cuanto tiende a hacer revertir hacia la unidad tiende a la armonía, y la bondad, por el mero hecho de aproximar dos seres, tiende a la unidad. Así el Buda, lejos de haber roto una armonía, la habría, al contrario, restablecido.

Es la mayor objeción que se puede hacer a mi argumento; y es el budista, no el cristiano, que la pueda hacer. Escasea al cristiano cualquier argumento aparentemente tan eficaz.

Sin embargo, si aplicamos un análisis cuidadoso a esta respuesta, veremos que se disuelve en el aire. Para mostrar cuán absoluta es la ruptura de armonía, concedamos el principio, que ya sabemos absurdo, de que el universo es una ilusión, y de que todo es Uno en el ser uno y super-infinito. Pero en ese ser uno hay esta dualidad, apenas aparente en este sistema, pero, sea aparente, dualidad: el ser uno verdadero y el ser múltiple ficticio. La armonía puede consistir, en este sistema, en tres cosas: armonía del ser uno en sí mismo, armonía del ser ficticio en sí mismo, armonía de uno con otro. El segundo caso está excluido, puesto que, frente a la vida del universo ostensivo, la ruptura de armonía es patente.

Ahora, desde que el culto de lo excesivo es insinuado al alma humana como identificado con el culto de la moral, ¿quién nos dice que ese culto no será aplicado a cosas inmorales? ¿Quién nos dice que almas bajas y viles no lo aplicarán en provecho de sus facultades inferiores?

Nadie, y de hecho es lo que sucede.

El culto de lo excesivo, sobre abrir las puertas a todos los abusos y a todos los vicios, perjudica el propio fin moral. Porque la moral excesiva es la menos útil a la humanidad, puesto que los actos morales que produce son […]


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