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[Sobre el título «Mensagem»]

M i libro Mensagem se llamaba primitivamente Portugal. Alteré el título porque mi viejo amigo Da Cunha Dias me hizo notar –la observación era por igual patriótica y publicitaria– que el nombre de nuestra Patria estaba hoy prostituido en zapatos, como en hoteles a su mayor Dinastía. «¿Quiere usted poner el título de su libro en analogía con “portugalice sus pies”?» Concordé y cedí, como concuerdo y cedo siempre que me hablan con argumentos. Me da placer ser vencido cuando quien me vence es la Razón, sea quien fuere su procurador.

Le puse instintivamente ese título abstracto. Lo sustituí por un título concreto por una razón...

Y lo curioso es que el título Mensagem es más adecuado –dejando a un lado la razón que me llevó a ponerlo- que el título primitivo.

Dios habla todas las lenguas, y sabe bien que el mejor modo de hacerse entender de un salvaje es un manipanso[1] y no la metafísica de Platón, base intelectual del cristianismo. Me reservo, sin embargo, el derecho de pensar que tal forma de la religión es una forma inferior. Sin duda es necesario que haya quien pele papas, pero, reconociendo la necesidad y la utilidad del acto pelador, me abstengo de considerarlo comparable al de escribir la Ilíada. No me dispenso, sin embargo, de abstenerme de decir al pelador que abandone su tarea en provecho de la de escribir hexámetros griegos.

Fernando Pessoa


[1] Manipanso: ídolo africano de aspecto tosco.


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