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[Sobre el «Gremio de la cultura portuguesa»]

N uestra ruina cultural, nuestra no lusitanidad íntima; ese es el mal que nos mina; todos los otros, por graves que sean, pueden pasar, pueden tener solución. Pero para aquello que, continuado, es la muerte misma, no hay solución.

Del esfuerzo instintivo de la sociedad portuguesa, de la operación oscura de leyes desconocidas, y que son el comentario frecuentemente irónico a la voluntad inútil de los hombres, al esfuerzo estéril de las voluntades individuales y conscientes, no podemos esperar nada, aunque lo podamos esperar. Es que no podemos tener confianza en lo que desconocemos, ni trabajar en pro o en contra de lo que es inevitable y seguro.

Del estado tampoco podemos esperar nada, pero, aquí, por una otra razón. El estado no es portugués, el estado no es decente, el estado está, desde 1820, en posesión de hombres cuya obra es la esencia de la traición y de la falencia. Procurar el auxilio del estado es tan absurdo como procurar influenciar a los hombres que lo poseen. No hay en ellos una chispa de buena voluntad patriótica, ni de lucidez portuguesa. Viven de aquello, y no viven de aquello elegantemente. El esfuerzo revolucionario para derrocarlos es un gasto espurio de energía. ¿Quién los va a suceder? No hay en Portugal ningún grupo o partido, ninguna reunión de hombres duradera u ocasional capaz de dirigir el país. Lo que hay es pésimo, pero es lo que hay. Sidónio Pais era Sidónio Pais, y su regencia fue celebre por la inmoralidad, por la profusión de apadrinamientos, por la prolija desvergüenza en los negocios oscuros y en los crímenes políticos. Cuando ese hombre, que tenía las cualidades místicas del jefe de nación, que tenía las cualidades de astucia necesarias para manejar a los hombres, y las de energía para compelerlos, no pudo, honesto como era, romper con el cerco de ladrones que tenía, no pudo, leal como era, evitar estar cercado por traidores y bandidos, no pudo, noble en el coraje como era, evitar estar rodeado de asesinos y trauliteiros[1]; ¿qué especie de hombre esperamos que venga, que haga la obra de regeneración? En cuanto a los partidos contrarios, cuando no aprendieron después de Monsanto, cuando, volviendo al poder, se mostraron todavía más corruptos de lo que habían sido en el oscuro consulado de Costa y Norton, cuando, para oponerse a la regencia de Sidónio, continuaron, agravándolas, sus deficiencias, y desorganizaron el orden social que aquél había puesto realmente en pie, y la unidad moral de la nación, que aquél con su [...] esbozara, ¿qué circunstancias tenemos nosotros que esperar que les enseñen alguna cosa? La adversidad sólo los educó en una mayor brutalidad en la victoria.

Nuestra intervención en la guerra fue una obra, esencialmente, de comercio oscuro, salvo en la retórica de las palabras y en los ocultos designios del Destino.

Si acertaron los que nos llevaron a la guerra, fue por error.

Fernando Pessoa



[1] Los “trauliteiros” eran bandas callejeras ligadas a la revuelta monárquica de 1919 (conocida como Monarquía del Norte o Reino de Traulitânia).


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