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Prefacio a las «Ficciones del Interludio»

[texto dactilografiado, tal vez 1930]


R efieren los astrólogos los efectos en todas las cosas a la operación de cuatro elementos: el fuego, el agua, el aire y la tierra. Con este sentido podremos comprender la operación de las influencias. Unos actúan sobre los hombres como la tierra, soterrándolos y aboliéndolos, y esos son los que mandan en el mundo. Unos actúan sobre los hombres como el aire, envolviéndolos y escondiéndolos unos de los otros, y esos son los que mandan más allá del mundo. Unos actúan sobre los hombres como el agua, que los empapa y convierte en su misma sustancia, y esos son los ideólogos y los filósofos, que dispersan por los otros las energías de la propia alma. Unos actúan sobre los hombres como el fuego, que quema en ellos todo lo accidental, y los deja desnudos y reales, propios y verídicos, y esos son los libertadores. Caeiro es de esa raza. Caeiro tuvo esa fuerza. ¿Qué importa que Caeiro sea de mí, si así es Caeiro?

Así, operando sobre Reis, que todavía no había escrito cosa alguna, hizo nacer en él una forma propia y una persona estética. Así, operando sobre mí mismo, me libró de sombras y harapos, me dio más inspiración a la inspiración y más alma al alma. Después de esto, así prodigiosamente conseguido, ¿quién preguntará si Caeiro existió?


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