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[Decadentismo, neorromanticismo y neoclasicismo]

[texto dactilografiado, tal vez 1916]


A – Disgénica de la guerra
B – Ansia de organización
C – Desencadenamiento del revolucionarismo


Corrientes:

A contra B: decadentismo
A contra C:
A contra BC:

B contra A: neoclasicismo
B contra C:
B contra AC: neoclasicismo integral

C contra A: neorromanticismo dinamista
C contra B: neorromanticismo socializante
C contra AB: neorromanticismo por aparecer, reacción simultáneamente contra el espíritu organizador y contra el espíritu decadente.


Las corrientes neoclásicas serán probablemente las más fuertes. Yo, poeta decadente, creo que así será.

Como expresión de la disgénica de la guerra, aparecerán corrientes ultradecadentes, interpretativas del abatimiento en que gran parte quedará. Son tres esas corrientes, conforme reaccionen contra el espíritu de organización, contra el espíritu revolucionario, o contra los dos simultáneamente. El primer tipo de decadentismo será una continuación, diferente sólo por nuevas individualizaciones, de aquella parte del decadentismo que representa una revuelta contra las reglas, una introspección excesiva. El segundo tipo de decadentismo será una continuación de aquel tipo de decadentismo que se ocupa más en crear una indiferencia a los problemas del medio que en entregarse propiamente a la introspección. El primero partirá de Verlaine, como el segundo de Mallarmé o de los llamados estetas ingleses, Pater o Wilde. El tercer tipo de decadentismo es el que traerá novedades; será una exacerbación de los dos reunidos: algún preanuncio de él surgió, por lo demás, ya antes de la guerra, en la corriente portuguesa que vino [?] después a manifestarse en Orpheu.

Como expresión del ansia de organización que la guerra dejará de sí, impresión europea de la cultura germánica, que es el hecho psíquico central de la guerra, tendremos tres corrientes neoclásicas: una opuesta a la expresión decadente, otra a la expresión revolucionaria, otra a las dos juntas. La primera, siguiendo la estela del vitalismo moderno, la segunda, siguiendo las pisadas del neoclasicismo francés contemporáneo, no presentarán, salvo en individualidades que surjan, alguna novedad. La tercera, sin embargo, aquella que traerá en sí una doble reacción, tendrá algo de más completo y de más fuerte, transcendiendo inmensamente a las otras dos, aunque ellas –hasta hoy tan flojas– vengan a revelarse a través de personalidades más interesantes que los poetastros que rodean a la Action Française.

Finalmente, expresión del revolucionarismo intensificado de la época, tendremos una corriente opuesta al decadentismo, que será la corriente nacionalista, ya tan marcada; tendremos, opuesta propiamente al espíritu de organización, otra corriente estilo «poesía social».

Podrá extrañar la ausencia, en esta enumeración, de las corrientes dinamistas, que parten de Walt Whitman; digo, las corrientes futuristas, vorticistas, etc. El dinamismo es una corriente decadente, y el elogio y la apoteosis de la fuerza, que lo caracteriza, es solamente aquella ansia de sensaciones fuertes, aquel entusiasmo excesivo por la salud que siempre distinguió a ciertas especies de decadentes.

Fernando Pessoa


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