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[La libertad de la mujer y de la plebe]

[texto manuscrito]

Antonio Mora


La abusiva liberación del espíritu naturalmente siervo de la mujer y del plebeyo da siempre resultados desastrosos para la moral y para el orden social.

Espíritus nativamente débiles, e incapaces de inhibición íntima, la mujer y la plebe –como el niño- no pueden ser disciplinados sino exteriormente.

El don de la libertad a la mujer da como resultado la desmoralización social, por donde se quebrantan todas las fuerzas que crean los progresos y las prácticas civilizadas. El don de la libertad al pueblo crea la indisciplina y el desorden, pues el pueblo no sabe usar una cosa que, por su naturaleza, no le pertenece.

Resultan, entre otros, dos de los más hediondos fenómenos sociales: la mujer irreligiosa y el plebeyo irreligioso. Poco se puede descender por debajo de tales abyecciones. Nada indica tanto la falencia íntima de las más elementales fuerzas sociales que la quiebra del espíritu religioso en las partes instintivas de la sociedad.

El absurdo concepto de que es igual al hombre pervierte por completo a la mujer. El estúpido concepto de que es par del aristócrata desvirtúa de todo al plebeyo. Una y otro pierden la noción instintiva de sus papeles (destinos) sociales y se entregan a la búsqueda, o incluso a la estéril posesión, de cosas para que la Naturaleza no los creó, y que, poseídas, con la propia posesión la Naturaleza los castiga.