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[Animado por la filosofía]

[texto manuscrito, tal vez 1910]

Era yo un poeta estimulado por la filosofía y no un filósofo con facultades poéticas. Me gustaba admirar la belleza de las cosas, descubrir en lo imperceptible, a través de lo diminuto, el alma poética del universo.

La poesía de la tierra nunca muere. Podemos decir que las eras pasadas fueron más poéticas, pero no podemos decir (...)

La poesía se encuentra en todas las cosas –en la tierra y en el mar, en el lago y en la margen del río. Se encuentra también en la ciudad –no lo neguemos– es evidente para mí, aquí, mientras estoy sentado, que hay poesía en esta mesa, en este papel, en este tintero; hay poesía en el rumor de los carros en las calles, en cada movimiento diminuto, común, ridículo, de un operario, que del otro lado de la calle está pintando el letrero de una carnicería.

Mi sentido íntimo predomina de tal manera sobre mis cinco sentidos que veo cosas en esta vida –lo acredito– de modo diferente a otros hombres. Hay para mí –había– un tesoro de significado en una cosa tan ridícula como una llave, un clavo en la pared, los bigotes de un gato. Hay para mí una plenitud de sugestión espiritual en una gallina con sus pollitos, atravesando la calle, con aire pomposo. Hay para mí un significado más profundo que las lágrimas humanas en el aroma del sándalo, en las viejas latas en un basural, en una caja de fósforos caída en la cuneta, en dos papeles sucios que, en un día ventoso, volarán y se perseguirán calle abajo. Es que la poesía es asombro, admiración, como de un ser caído de los cielos, tomando plena conciencia de su caída, atónito frente a las cosas. Como de alguien que conociese el alma de las cosas, y luchase por recordar ese conocimiento, recordando que no era así que las conocía, no bajo aquellas formas y aquellas condiciones, pero sin recordar nada más.

Fernando Pessoa


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