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Crónicas de la vida que pasa [V]

Notas publicadas por Fernando Pessoa en la columna «Crónicas de la vida que pasa» de «O Jornal»


Columna del 18/04/1915

E n esto de las manifestaciones populares, lo más difícil es interpretarlas. En general, quien asiste a ellas o sabe de ellas ingenuamente, las interpreta por como se dieron los hechos. Pero nada se puede interpretar por como se dieron los hechos. Nada es como se da. Tenemos que alterar los hechos, tal como se dieron, para poder percibir lo que realmente se dio. Es costumbre que se diga que contra los hechos no hay argumentos. Pero sólo contra los hechos es que hay argumentos. Los argumentos son, casi siempre, más verdaderos que los hechos. La lógica es nuestro criterio de verdad, y es en los argumentos, y no en los hechos, que puede haber lógica.

En esto de las manifestaciones –iba diciendo– lo difícil es interpretarlas. Porque, por ejemplo, una manifestación conservadora siempre es hecha por más gente de la que toma parte en ella. Con las manifestaciones liberales sucede lo contrario. La razón es simple. El temperamento conservador es naturalmente contrario a manifestarse, a asociarse con gran facilidad; por eso, a una manifestación conservadora concurre sólo un reducido número de la gente que podría, o incluso querría, ir. El talante psíquico de los liberales es, al contrario, expansivo y asociativo; las manifestaciones de los "avanzados" engloban, por eso, a los propios indiferentes de salud, a quienes toda vitalidad les llama la atención.

Esto, sin embargo, es lo de menos. Lo mejor es que, para quien piensa, el único sentido de una manifestación importante es demostrar que la corriente de opinión contraria es muy fuerte. Nadie arma manifestaciones en favor de principios indiscutibles. Tampoco se aglomeran vítores en torno a un hombre a quien se le hace una oposición sin relieve o importancia. No hay manifestaciones a favor de alguien; todas ellas son contra los que están contra ese alguien. Por eso es éste, y no el "homenajeado", quien queda puesto de relieve. Cuanto mayor la manifestación, más débil está el aludido; mayor se siente la fuerza que se le opone. Toda manifestación es un corro-a-salvarte de quien no piensa contribuir a la salvación sino con palmas y vivas.

Es esta la enseñanza que toda criatura lúcida saca de las manifestaciones populares.

Cuando a una criatura, que es renombrada o está en el gobierno, se le hace una manifestación que resulta pequeñísima, cuente tal criatura con el apoyo de un país entero. Si la manifestación fuese grande, entonces que se estremezca. Es que sus partidarios habrían sentido, por una intuición irritada, la amplitud de la oposición, y eso los llamaría en su totalidad hacia la calle, para, con sus muchas palmas y vivas, aumentar a él y a sí mismos la ilusión de una confianza que se debilita.

Fernando Pessoa


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